Argentina no se preparó bien para el dengue, queda por ver cómo será con el coronavirus





El coronavirus ya está en Argentina, y hay cuatro casos confirmados. Sin querer minimizar la tragedia de la epidemia en el mundo, aquí, por ahora, los efectos son pequeños.





Esto no significa que las perspectivas no cambien, pero el hecho es que los argentinos están en pánico. Montan máscaras en el metro, ya hay una falta de gel de alcohol en las farmacias, y las noticias han adoptado un tono apocalíptico.

Sin embargo, lo que más me sorprende es que no escucho debates, no veo campañas gubernamentales o buenos informes sobre el verdadero flagelo de este verano en las orillas del Río de la Plata: el dengue.

Desde finales de 2019 hasta febrero, se confirmaron más de mil casos, la mayoría de ellos en los humildes barrios de las grandes ciudades y 165 en los suburbios de la capital, el triple en comparación con el año pasado.

Lo que causa indignación es que el gobierno era consciente del problema. La Organización Mundial de la Salud había emitido una advertencia de que el dengue sería un problema importante en el país en 2020 debido al cambio climático.

Hemos tenido un verano con temperaturas muy altas y un aumento en las zonas de reproducción del mosquito transmisor, el Aedes aegypti.





Hay tres muertos. Uno de ellos causó un gran revuelo en los medios: una mujer de 24 años que estaba embarazada.

Cuando vi esta noticia, recordé otra imagen, esta histórica, pero con paralelos con el presente.

Es el lienzo «Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires», del artista uruguayo Juan Manuel Blanes, que retrata una escena de la terrible epidemia de la enfermedad en 1871.

En él, un bebé intenta revivir a su madre, quien murió en medio de la sala de una casa popular. Desde la puerta, dos hombres bien vestidos, médicos y funcionarios, que llegan demasiado tarde, observan con horror.

En la epidemia de fiebre amarilla de 1871, el 8% de los habitantes de Buenos Aires murió y fue necesario construir un nuevo cementerio, el de Chacarita, que, casualmente, está a solo unas cuadras de donde escribo esta columna.

En ese momento, la capital de Argentina no tenía una red de alcantarillado, estructura sanitaria y hospitales suficientes para atender a una población en crecimiento.

Las autoridades, sin saber qué hacer con el mosquito que hoy causa el dengue a gran escala, se centraron en los barrios pobres.

En casas estrechas, los llamados «conventillos», vivían varias familias de inmigrantes, que eran la fuerza laboral de la ciudad, y los negros.

Rodearon bloques para evitar que los infectados fueran a los barrios ricos de la ciudad. Entraron en sus hogares y quemaron sus pertenencias en medio de la calle.

Desde 1871, la infraestructura de la ciudad ha mejorado significativamente. Pero las causas de la propagación del dengue en 2020 son las mismas que las de la fiebre amarilla en ese momento, aunque en menor escala: hay una falta de sistemas de alcantarillado y saneamiento en los barrios humildes y una buena atención en los hospitales públicos.

Es cierto que el racismo no aísla a los enfermos de manera abierta, pero el desprecio con el que el dengue se trata como una «enfermedad de los pobres» es el mismo que el de la era de la fiebre amarilla: lleno de prejuicios.

Sobre el coronavirus, solo se espera que las autoridades de salud estén más preparadas que para las enfermedades causadas por este mosquito insistente.

Nacho Vega

Nacho Vega. Nací en Cuba pero resido en España desde muy pequeñito. Tras cursar estudios de Historia en la Universidad Complutense de Madrid, muy pronto me interesé por el periodismo y la información digital, campos a los que me he dedicado íntegramente durante los últimos 7 años. Encargado de información política y de sociedad. Colaborador habitual en cobertura de noticias internacionales y de sucesos de actualidad. Soy un apasionado incansable de la naturaleza y la cultura. Perfil en Facebookhttps://www.facebook.com/nacho.vega.nacho Email de contacto: nacho.vega@noticiasrtv.com

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